Llenar la puerta de la heladera con imanes es un hábito muy común, en muchas casas. Teléfonos para pedir comida, el anuncio de una veterinaria, calendarios, recuerdos de las vacaciones y piezas decorativas conforman ese universo habitualmente colorido y en algunas ocasiones desprolijo. Más allá de la estética, ¿la presencia de esos elementos afecta el normal funcionamiento del aparato?
En el mundo de los electrodomésticos circula una suerte de leyenda acerca de las heladeras y los imanes. El mito indica que esos objetos generan campos magnéticos que afectan a la corriente eléctrica del dispositivo y que generan un incremento en el consumo de electricidad. ¿Mito o realidad?
¿Los imanes afectan a las heladeras?
Un informe recoge las consideraciones de especialistas y fabricantes respecto a al mito de los imanes pegados en la heladera. Ellos coinciden en que tales elementos no afectan realmente al aparato, al menos a su funcionamiento y al consumo de energía.
“El único problema que podrían dar los imanes colocados en nuestros frigoríficos es que manchen o arañen la puerta”, dijeron desde LG al público en general ante la duda generada. Desde la firma de origen surcoreano explicaron que el incremento de consumo se produce, por ejemplo, al abrir la puerta, si la temperatura exterior es alta, o al meter alimentos calientes.
Representantes de la empresa Bosch coincidieron con esas consideraciones y plantearon un escenario impensado: que los problemas se originen por el peso adicional y no por asuntos vinculados al magnetismo. “Si utiliza solo unos pocos imanes en la puerta de la heladera, no se espera que el dispositivo funcione mal; pueden producirse arañazos en la superficie. Si se colocan tantos imanes en la puerta del frigorífico, que el peso de la puerta aumenta enormemente, se puede acortar la vida útil de las bisagras de la puerta”, indicaron.
Entonces, ¿Verdad o mito?
“Todo en este mito es falso”, subrayaron desde la empresa española de electricidad Endesa. “La realidad es que los campos magnéticos de estos imanes son tan insignificantes que ni siquiera atraviesan la puerta de la heladera”, concluyeron.
El veredicto es claro: estamos ante un mito sin sustento científico. Por lo demás, sí hay una serie de buenos hábitos para reducir el consumo de las heladeras. Entre ellos, no dejar mucho tiempo la puerta abierta, usar los espacios correspondientes para cada tipo de alimento y no introducir objetos calientes, además de revisar con periodicidad los sellos de las puertas y evitar la acumulación de hielo en el interior. Además, es absolutamente desaconsejable colocar ese dispositivo cerca del horno o en un sitio donde reciba luz solar directa.