La Marcha del Orgullo LGBTIQ+: “Los discursos de odio del gobierno también matan”
La convocatoria reunió a miles de personas alrededor de premisas claras: celebrar la identidad y el sentido de pertenencia y continuar alzando la voz por tantos derechos que aún figuran en la lista de pendientes.
- Volanta: 33° edición
La comunidad LGBT+ tomó una vez más las calles de la Ciudad de Buenos Aires para realizar este sábado la tradicional Marcha del Orgullo, en la que hubo recitales, desfile de carrozas y reclamos contra las medidas de ajuste del gobierno de Javier Milei.
Como ocurre desde hace 33 años en la Ciudad, la convocatoria reunió a miles de personas alrededor de premisas claras: celebrar la identidad y el sentido de pertenencia y continuar alzando la voz por tantos derechos que aún figuran en la lista de pendientes.
"No hay libertad sin derechos ni políticas públicas" y "No hay libertad con ajuste y represión" fueron los lemas de la movilización de este año, junto con el reclamo de "Ley Integral Trans y Ley Antidiscriminatoria ya".
La Marcha del Orgullo -desde su primera versión en 1992 con 80 personas que se juntaron con el rostro tapado hasta estas últimas multitudinarias y expresivas- siempre fue “política”, un espacio de verdadera libertad, diversidad y respeto por la individualidad del otro. Pero también de resistencia. Se puede hacer política de fiesta y con tolerancia. De hecho, todos los espacios político partidarios tienen sus camiones-boliches y conviven en las mismas cuadras: La Cámpora y una bandera que dice “Respeten los rangos”; la UCR con un camión lleno de guirnaldas; el Partido Socialista, la Coalición Cívica, el Movimiento Evita, además de otros camiones-boliches aportados por organizaciones del colectivo LGBTIQ+ e incluso marcas de bebidas o de fiestas.
A nadie podría sorprender, por eso, que esta edición tuviera una alta dosis de mensajes contra Javier Milei y su gobierno, incluso más explícitos que los de otras épocas más amables, con Macri, Alberto o Cristina. “Viva el sexo gay” es una respuesta al “mucho sexo gay”, que el presidente consideró que fomenta la “panacea progre”, en un posteo en sus redes sociales.
La edición número 33 de esta fiesta popular -cada vez más colorida, cada vez más convocante- reunió a hombres y mujeres, niños y niñas, familias, amigos, gays, lesbianas, travestis, bi, héteros de todas las edades y los orígenes sociales. Coparon el centro de la ciudad de Buenos Aires con disfraces, banderas y muchos carteles en contra del gobierno, como el del camión del Movimiento Evita, que presentó una ilustración de Eva Perón dándole nalgadas a un Milei con aspecto de niño iracundo.
“La homofobia es gay”, dice la remera de Daniel, 52 años (se enojó cuando se le preguntó la edad), vecino de Palermo, que caminaba junto a su amigo Marcelo por la vereda de la Catedral de Buenos Aires, de camino hacia el escenario de Plaza de Mayo (el otro estuvo en el Congreso), donde una banda de cumbia hacía algunas versiones de hits del género tropical.
La frase que lleva estampada en su pecho nació en la Marcha del Orgullo de Londres de 2017 y generó, en su momento, una polémica dentro del colectivo LGBTQI+ del Reino Unido porque jugaba con el sentido despectivo del término “gay”.
Daniel entiende la contradicción y plantea que eso es lo que, según él, pasa con el presidente. “Estamos viviendo momentos de homofobia de parte del Gobierno, que ejecuta microacciones discriminatorias”, explica el hombre, con la ironía tácita, y enumera: “Sacaron la ley de cupo trans. El ministro Cúneo dijo que rechazan la diversidad y las identidades sexuales que no se alinean con la biología. Mondino, que ya fue, comparó a los gays con las personas sucias. Pensábamos que eso ya había pasado, pero acá está y tenemos que resistir”, explica Daniel: “Por eso la remera”, dice para que se entienda.
A pesar de la mishiadura, la fiesta es un gran carnaval, donde todo está permitido y no hay más ley que la ley del deseo. En el escenario tocan bandas. La última, la frutilla del postre, una diosa en el imaginario gay: Valeria Lynch.
Desde uno de los escenarios se lee un documento con las consignas de la marcha. Los principales lineamientos son: “No hay libertad sin derecho ni polìtica pública”; “No hay libertad con ajuste y represión”; “Los discursos de odio del gobierno también matan”; “No es libertad. Es odio”; “Rechazamos el cierre del Inadi”; y uno más contundente que todos los demás: “Al closet no volvemos nunca más”.
Pedro Paradiso Sottile, que tiene 52 años, empezó su activismo a los 19. Poco antes, a los 14, en su Rosario natal, se torturaba por dentro. “Nos decían perversos, enfermos, corruptores de menores. Yo sabía que era gay pero ni había besado a nadie. Sin embargo me iba a dormir todas las noches pensando que solo por ser gay moriría de SIDA”, cuenta.
Paradiso Sottile ve un riesgo de que esa opresión regrese. ”Ahora se quiere imponer un discurso de grupos políticos, religiosos y económicos que siempre estuvo ahí. Es la gran casta. Ese discurso caducó. Pero también hay una alerta. El gobierno no apoya, de hecho los escenarios los aportaron los gobiernos porteños y de la Provincia. Al contrario, nos estigmatiza otra vez”, dice, quien es presidente de la Fundación Igualdad, que aportó no un camión-boliche sino un micro escolar para niños y niñas.
La Marcha es resistencia, pero también fiesta y ternura. Cada marcha que pasa se ven más niños con sus padres o sus tíos. “Para que ellos tengan la experiencia de seguir la marcha. La idea tiene que ver con celebrar familias diversas, autonomía y libertad. Trabajamos memoria histórica. Es la mejor respuesta frente al odio, la discriminación y la violencia”, dice Pedro.