Elena, la hermana del Papa Francisco que no volvió a abrazarlo desde 2013
La mujer es la única hermana del Papa que sigue viva. Actualmente está bajo el cuidado de monjas debido a la fragilidad de su salud.

- Volanta: Lazos familiares
El Papa Francisco, fallecido a los 88 años, nunca regresó a supaís, una decisión que generó controversia, desconcierto político y un profundo dolor entre sus compatriotas.
Uno de los vínculos más profundos y conmovedores que quedó marcado por esa ausencia fue el de su hermana menor, María Elena Bergoglio, la única de los cinco hermanos que sigue viva. María Elena, la más joven de todos, compartió con Jorge Mario una relación especial, llena de cariño y cercanía. A pesar de la diferencia de 11 años entre ellos, su conexión fue siempre fuerte, un afecto que parecía no verse afectado por el paso del tiempo ni por la distancia. Su relación estaba marcada por momentos compartidos, risas y confidencias que jamás se desvanecieron, a pesar de los años y de las millas que los separaban.
Sin embargo, el abrazo que ambos soñaron nunca se concretó desde aquel día en que Jorge Mario partió a Roma para asistir al cónclave que lo convertiría en Papa. Ese viaje, que cambiaría su vida para siempre, también fue el último en el que María Elena tuvo la oportunidad de ver a su hermano. Aunque las llamadas y los mensajes siguieron llegando, y aunque los sentimientos permanecieron intactos, el reencuentro que ella tanto esperaba nunca sucedió. Ese abrazo, que para ella representaba todo lo que había quedado pendiente, quedó atrapado en el tiempo, en una espera que jamás se cumplió.
Por otro lado, la salud de María Elena se debilitó. Separada, con dos hijos, deteriorada físicamente y bajo cuidado de monjas en una institución religiosa en las afueras de Buenos Aires, los médicos le desaconsejaron a Elena viajar al Vaticano. Las emociones podían jugarle una mala pasada. Así, aquel abrazo quedó postergado, una y otra vez.
El abrazo simbólico que unió al Papa Francisco con su hermana
A pesar de los años sin verse, hubo un momento profundamente significativo que los unió simbólicamente. En 2019, el artista Gustavo Massó, amigo cercano del Papa, le entregó una escultura que representaba una mano femenina, acompañada de un mensaje grabado que tocó el alma de Francisco. La escultura era la mano de María Elena, y el mensaje decía:
"Mirá que me gustaría estar con vos y abrazarte. Creeme que estamos abrazados. A pesar de las distancias, estamos muy abrazados."
Las palabras de su hermana hicieron que el Papa no pudiera contener la emoción. Con una ternura indescriptible, acarició esa escultura como si realmente pudiera tocarla, como si pudiera sentir el abrazo de ella, de su familia, de su tierra natal. Esa mano, que representaba todo lo que quedó pendiente entre ellos, permaneció hasta el último día sobre su escritorio en el Vaticano, como un símbolo de ese abrazo que nunca ocurrió en persona, pero que sí se dio en lo más profundo de su corazón.