Una socióloga se hizo pasar por criada para revelar el trabajo en mansiones de lujo
Alizée Delpierre vivió como empleada doméstica en residencias exclusivas y descubrió las complejas relaciones de poder, desigualdad y dependencia emocional en casas de los ricos.

- Volanta: Explotación dorada
Por años, la socióloga francesa Alizée Delpierre se sumergió en un mundo pocas veces explorado: la relación entre las personas más ricas y sus empleados domésticos dentro de sus mansiones y apartamentos de lujo. Su investigación, plasmada en el libro Servir a los ricos, revela cómo esta convivencia mezcla una estricta jerarquía laboral con vínculos emocionales complejos.
Para entender estas dinámicas, Delpierre no solo entrevistó a patrones y trabajadores, sino que se convirtió ella misma en criada y niñera en residencias parisinas y hasta en China, viviendo de cerca las condiciones y tensiones de este tipo de empleo.
La “explotación dorada”: lujo y desigualdad en el trabajo doméstico
Lo que descubrió fue un sistema de lo que ella llama una “explotación dorada”: los criados trabajan largas horas, a veces sin descanso real, y deben mostrar absoluta obediencia, pero a cambio reciben sueldos elevados (en Francia, de hasta 12.000 euros al mes) y regalos de lujo, desde ropa de marca hasta teléfonos caros. Esta combinación genera una deuda simbólica que hace que los empleados acepten condiciones muy exigentes.
La convivencia, lejos de ser solo laboral, se convierte en una relación casi familiar, con afectos y dependencias mutuas. Sin embargo, esa cercanía no elimina las barreras de clase: los criados tienen áreas prohibidas en la casa, circulan por pasillos separados y, en muchos casos, incluso les cambian el nombre para borrar su identidad, un reflejo de la desigualdad racial y de género presente en estas dinámicas.
Trabajo doméstico: género, raza y poder en las casas de los ricos
La mayoría de los trabajadores domésticos son mujeres, muchas de ellas migrantes y racializadas, lo que añade otra capa de complejidad a esta relación marcada por estereotipos y prejuicios. Según Delpierre, esta realidad no solo ocurre en Francia, sino que es un reflejo de un fenómeno global vinculado con la desigualdad, la inmigración y las estructuras de poder en la sociedad actual.
Lejos de las imágenes dramáticas que presenta el cine o la literatura, los ricos no temen a sus criados, aunque sí dependen emocionalmente de ellos para la vida cotidiana. La pregunta que queda abierta es qué lugar debería ocupar el trabajo doméstico en nuestras sociedades y cómo cambiar un sistema que, aunque muy lucrativo para algunos, sigue basado en la desigualdad y la sumisión.