Quién es el sacerdote argentino que se niega a abandonar Siria
Tras la caída del régimen de Bashar al-Assad, el gobierno argentino instó a sus ciudadanos a evitar viajar a Siria y a los que ya se encontraban allí, a abandonar el país lo antes posible., pero un sacerdote argentino se niega a abandonar su vida de servicio que tiene establecida en el conflictivo país.
En Alepo se encuentra desde 2017 Hugo Alaniz, un sacerdote argentino del Instituto del Verbo Encarnado, dedicado a labores misioneras y humanitarias en el mundo árabe desde hace casi 30 años. A pesar de la recomendación del gobierno argentino, Alaniz fue claro al expresar: “No me voy a ir, este es mi hogar y la gente nos necesita más que nunca”.
En una conversación telefónica con el embajador argentino en Siria, explicó los motivos de su decisión: “Le recordé que somos misioneros y que abandonar a la gente en este momento tan crítico sería un error. Nuestra misión es dar testimonio con la vida”.
El sacerdote se mostró sorprendido por la rapidez y la efectividad de los rebeldes, quienes, con apoyo tecnológico, económico y militar, lograron tomar el control del país en un tiempo récord. “Los islamistas están por todas partes”, comentó, aunque admitió que en algunos momentos la situación parece más tranquila, dejando en el aire la incertidumbre sobre lo que el futuro pueda deparar. “La logística fue impresionante. En 8 días ya tenían todo bajo su control”, agregó.
Alaniz recordó que el conflicto comenzó en 2011 con protestas pacíficas exigiendo reformas y mayores libertades, pero que pronto se transformó en un conflicto violento debido a la dura represión del gobierno de Bashar al-Assad. A pesar de la grave escasez de servicios como electricidad y agua, Alaniz aseguró que en el Obispado Latino, donde reside, no faltan alimentos ni servicios básicos.
Con sus colaboradores, el sacerdote ha convertido el sótano de la iglesia Nuestra Señora de la Anunciación, ubicada en el oeste de Alepo, en un refugio improvisado para 250 personas. En este lugar encuentran resguardo familias, jóvenes, ancianos y niños que huyen de los ataques aéreos y los misiles. A pesar del peligro, la solidaridad no ha faltado. El sábado pasado, Alaniz y el obispo Hanna Jalouf decidieron salir al amanecer con la esperanza de encontrar un canal de comunicación con las nuevas autoridades rebeldes. En su recorrido, encontraron los cuerpos de soldados caídos, una macabra advertencia de la violencia que se vive en las calles. Sin embargo, un conocido de Monseñor Jalouf, ahora figura clave entre los rebeldes, se presentó en el obispado y les garantizó que los cristianos no eran su objetivo: “Tranquilos, no venimos por los cristianos”, les aseguró.
A pesar de los constantes enfrentamientos, Alaniz y su equipo continúan saliendo a repartir alimentos y medicinas a los más necesitados. “Es una rutina peligrosa, pero no podemos dejar que la gente siga sufriendo. Había personas mayores que no comían desde hacía días. Tenemos que devolverles un poco de dignidad”, explicó. La situación sigue siendo muy complicada, pero el sacerdote asegura que Alepo se está recuperando lentamente. Aunque muchos comercios han abierto, los precios se han multiplicado por tres o cuatro veces, y la pobreza ha alcanzado niveles alarmantes, con el 93% de la población bajo el umbral de pobreza, según las estadísticas de la ONU.
Con la Navidad acercándose, Alaniz expresó su esperanza: “Ojalá que esto sea el principio del fin, no el comienzo de nuevas batallas. Nuestro deseo es que todo termine pronto y que el mundo rece por nosotros”.