"Topos", espías rusos en Argentina
El periodista y escritor Hugo Alconada Mon, acaba de publicar un libro que titula “Topos” donde revela una compleja trama de espías rusos que operaban en nuestro país, digna de una novela del gran maestro del género, el británico John Le Carré.

- Volanta: Rafael Bulacio
En una charla con su colega Carlos Pagni, el periodista contó detalles de su libro. Un meticuloso trabajo de investigación sobre dos espías rusos que vivieron durante más de diez años en Buenos Aires.
Se hacían llamar Ludwig Gisch y María Rosa Mayer Muños. Estaban casados, sus hijos habían nacido en la Argentina y se movían como una familia de clase media. Pero estaban cumpliendo una misión secreta para Rusia, según el autor.
En una nota que el mismo Alconada publicó en el diario La Nación, relata que el jueves 12 de julio de 2012. A bordo de un Flecha Bus proveniente de Montevideo, Ludwig Gisch ingresó a la Argentina con pasaporte austriaco válido, pasó los controles migratorios y aduaneros sin sobresaltos.
Gisch tramitó la traducción oficial al español de la partida de defunción de Helga Tatschke, una argentina que había nacido en el Hospital Alemán de Buenos Aires, en octubre de 1942 y vivido en la porteña avenida Pueyrredón, antes de emigrar a África –donde lo tuvo a Gisch- y mudarse luego en Europa, donde murió el 19 de junio de 2010, en Viena, a los 67 años.
Pero todo era mentira. El certificado de defunción austríaco correspondía a otra persona fallecida en Viena y había sido adulterado por manos talentosas. Porque Tatschke había fallecido en Buenos Aires, a los 4 años, el 17 de abril de 1947, y permanece enterrada desde entonces en la tumba UC-16-255 del Cementerio Alemán de la Chacarita. Gisch fue, sabemos ahora, la cuarta identidad del espía Artem Víctor Dultsev. Oficial del Servicio de Inteligencia en el Exterior (SVR) ruso, el espía se movió por Brasil, Uruguay, Chile, Colombia y la Argentina, donde vivió durante años. Se instaló en el barrio porteño de Belgrano.
En 2012 Moscú inició la siguiente fase del desembarco en las calles porteñas. María Rosa Mayer Muños arribó al aeropuerto de Ezeiza. Nacida en Grecia, de nacionalidad mexicana, la suya también era una identidad de cartón. Esa fachada les permitió mostrarse ante el mundo como lo que no eran: un informático y una galerista de arte que se conocieron, se enamoraron y se casaron en Buenos Aires, donde tuvieron a sus hijos Sophie y Daniel.
Gisch se movió por la Argentina con eficacia, atento siempre y en todo lugar a un dogma del espionaje: jamás llamar la atención. El autor relata en su nota periodística que Él y todo lo que él tocó fue falso. Los clientes de su empresita informática DSM&IT eran apócrifos. La empresita informática en sí era una fachada. Las antenas que montó en las azoteas de su departamento sobre la calle O’Higgins y de su oficina en la avenida Cabildo no eran para fines inocuos.
Capturados a fines de 2022 en la capital de Eslovenia por tropas especiales, los Gisch resistieron durante meses. Insistieron que eran quienes decían ser: él, informático, argentino por opción; ella, galerista, nacionalizada argentina. Hasta que, 18 meses después, protagonizaron el intercambio de prisioneros y espías más grande desde el final de la Guerra Fría. En agosto de 2024, el premier ruso –y teniente coronel de la KGB-, Vladimir Putin, los recibió al pie del avión en Moscú.
La estela de mentiras y espionaje de los espías rusos en la Argentina sale ahora a la luz. Es tarea impracticable resumir la nota de Alconada en el diario La Nación y mucho menos su libro, pero me pareció muy interesante reseñarla para mis oyentes en este espacio radial.