No olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos
En el documento leído por los organizadores de la marcha del 24 de marzo, el Dia de la Memoria, se dijo “No olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos”.

Epa , Epa, este si que es un discurso de odio, tema al que siempre hacen mención los sectores de izquierda del peronismo, del kirchnerismo, de otras fuerzas políticas, dirigentes de los DDHH y de organizaciones sociales. Seguramente se ven reflejados en un espejo sin darse cuenta de que son ellos los que exponen su odio.
En nombre de quien hablan estos dirigentes. La mayoría de los argentinos no destilamos odio, aceptamos el perdón y ansiamos la reconciliación. Esto está muy claro y no necesita un análisis profundo.
¿Pero que es el odio? Según Wikipedia, El odio es un sentimiento intenso, respuesta emocional de repulsa hacia alguien o algo que provoca el deseo de rechazar o eliminar aquello que genera disgusto; es decir, sentimiento de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, idea, o fenómeno[i] Así como el deseo de evitar, limitar o destruir a su objetivo.[ii]
“No perdonar” afirmarlo ya es un exceso lamentable. Para la cultura cristiana, el perdón es un acto de amor y misericordia que implica dejar atrás el rencor y la ira. Es una elección que nos libera de la tristeza y el resentimiento, y nos acerca más a Dios. Estos supuestos dirigentes de DDHH, inmersos en el odio, que respira por sus poros, lógicamente no están dispuestos a perdonar. Es una elección que no están preparados a practicar.
Un notable ejemplo de perdón dio Juan Pablo II, que perdonó a su atacante Mehemet Ali Agca, condenado por la justicia italiana a cadena perpetua por el intento de asesinato del sumo Pontífice en la Plaza de San Pedro el miércoles 13 de mayo de 1981. A causa de los disparos, el papa perdió bastante sangre y tuvo que ser hospitalizado. Posteriormente el mismo Juan Pablo II pidió a la gente y lo visitó en la cárcel. El presidente italiano Carlo Ciampi otorgó el indulto a Ağca a petición del papa, tras lo cual fue deportado a Turquía en junio del 2000
En cuanto a la reconciliación. A cinco décadas de aquellos dolorosos sucesos deseamos con todo nuestro ánimo reconciliarnos. Pero que significa esto, implica recuperar un estado previo, positivo, traumáticamente quebrantado. La reconciliación puede ser entre personas o entre grupos sociales; es un proceso de superación de rupturas, distanciamientos, agravios, heridas.
En muchos países tuvieron lugar procesos de reconciliación un tema de máxima actualidad en lugares muy diferentes. En El Salvador donde hace casi cuatro décadas tuvo lugar el asesinato de los sacerdotes jesuitas y que, precisamente desencadenó el proceso de reconciliación, al menos el proceso de la paz y el paso al fin de la guerra. Igualmente, el tema de la reconciliación se dio en Guatemala, en Sudáfrica, en Irlanda y en muchos otros lugares.
También en España en el proceso hacia la democracia, y todavía hoy, en el País Vasco tras la desaparición de ETA. Los beligerantes de las dos guerras mundiales dieron paso a un complejo proceso de reconciliación y hoy vemos una Europa unida.
Afirmar y hacerlo en nombre de una mayoría no consultada, que “No olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos”, es intrínsecamente inaceptable; es una posición engendrada en el odio y totalmente opuesta al pensamiento y los deseos de los argentinos, amen de estar en oposición al cristianismo y a la doctrina de todas las grandes religiones.