Lo cortés no quita lo valiente
Sin duda que los hábitos de cortesía y los buenos modales ayudan a una sana convivencia, Cuando más evolucionada culturalmente sea una sociedad y una persona, atiende más esas pequeñas muestras de cortesía y urbanidad que en cierta forma están definiendo sus niveles de civilidad, corrección y sociabilidad.

- Volanta: Rafael Bulacio
Apoyamos a Javier Milei, incluso lo votamos, para que arregle el desquicio de nuestra economía. Y no nos equivocamos, en el tiempo que lleva empuñando el timón del gobierno sus éxitos en esta materia son notables, ha logrado domar una inflación que iba rumbo a una hiper y asegura que en unos meses más la eliminará. Ha sacado de la pobreza a casi 20 millones de argentinos; nos ha sacado del cepo cambiario sin que se produzcan corridas o una fuerte devaluación de nuestra moneda y hoy hay estabilidad cambiaria.
No se emite más moneda espuria. Ha logrado desde el primer año de gobierno superávit financiero libre de default. Redujo el elefantiásico estado con el cierre de más de 200 áreas gubernamentales. Eliminó decenas de fondos fiduciarios que la política usaba discrecionalmente a su antojo. Cajas de militancia como el INCAA, el Inadi, el Ministerio de la Mujer y Télam. Se han producido alrededor de 1.700 reformas estructurales, eliminando regulaciones que cercenaban libertades comerciales y económicas y le ponían palos en la rueda al gran motor productivo de nuestro país que es la actividad privada.
Los ojos del mundo se posan sobre la Argentina después de mucho tiempo, y en algunos casos incluso toman nota del trabajo que hemos hecho para aplicarlo en sus propios países.
Sin embargo, todos estos formidables logros económicos quedan empañados por las formas y estilo de un Milei, que despotrica, agravia y humilla a colegas economistas, llamándolos “econochantas”, a opositores políticos y hasta periodistas de prestigio a los que llama “ensobrados”.
Desde el inicio de la presidencia de Milei, la puteada de Estado se ha vuelto una política comunicativa sostenida. En un discurso en Parque Lezama, Javier Milei alcanzó un pico en la escenificación de una de las operaciones simbólicas que lo definen, la desregulación salvaje de la palabra política. Veintinueve agresiones contabilizadas por LA NACION en un discurso que duró setenta minutos. “Casta putrefacta”, “ensobrados”, “kukas”, “manga de delincuentes, ladrones, mentirosos”, “traidores”, “cobardes”, “imbéciles”, “ratas miserables”, “culo sucio”, “degenerados fiscales”, “zurderío inmundo”... fueron términos usados por el presidente. [i]
Pero volvamos a lo que sucedió ayer en la Catedral Metropolitana. Milei negó el saludo a su Vicepresidenta Victoria Villarruel y al Jefe Porteño Jorge Macri, quien se quedó con la mano extendida. El episodio nos hizo recordar cuando Cristina de Kirchner se negó a transferir los atributos del mando a Mauricio Macri. El maltrato es una elemental falta de principios institucionales, una falta de cortesía básica y de buena educación, y en una democracia este maltrato debería quedar definitivamente desterrado.
Milei puede llevarse un 10 en economía y un cero en civilidad y urbanidad.