El Imperio de la Ley
Nuestro país no necesita de líderes mesiánicos ni de regímenes populistas, solo necesita que gobernantes y gobernados se ajusten a la Constitución Nacional y a sus leyes.
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Lo que se conoce como el “Imperio de la Ley”, que es un concepto jurídico-político que debe entenderse en el sentido de la primacía de la ley sobre cualquier otro principio gubernativo, especialmente contra la arbitrariedad del poder político. Toda sociedad organizada encuentra viabilidad y sustento en un ordenamiento jurídico; por lo que, tanto los ciudadanos, como las autoridades y todo el andamiaje político del gobierno deben aceptar y cumplir con este orden.
De esta manera, el Estado garantiza absoluto respeto por el ciudadano y el orden público, entendiendo a éste como la tranquilidad y la paz social. Si un gobierno hace caso omiso de la Constitución y sus leyes, y actúa a su pleno arbitrio y con prepotencia, nadie, ni ciudadanos, ni empresas, ni organizaciones sociales de cualquier tipo, pueden beneficiarse con la paz y el orden que necesariamente debe brindarles una sociedad organizada.
Cuando el Estado -devenido en gobierno-, miente, distorsiona y engaña; utiliza artilugios y atajos para lograr oscuros cometidos, es el orden público el que pierde. Sabiamente, en las repúblicas modernas, el gobierno está dividido en tres poderes, uno que administra y ejecuta, otro que legisla y un tercero, el judicial, que evita los desvíos.
Pero los argentinos durante décadas y en diferentes etapas, tuvimos que soportar gobiernos que se arrogaron la sumatoria del poder. Si el Congreso intenta mostrarse independiente, se le acusa de "poner palos en la rueda" y es víctima de una campaña mediática. Los jueces callan y otorgan; en la mayoría de los casos, por temor o para no ser inmolados en un sistema perverso. La división e independencia del sistema republicano es, de esta manera, nada más que letra muerta en la histórica tinta de nuestra formidable Carta Magna.
Un escalón, más que necesario, imprescindible para que un gobierno se transforme en una dictadura, es acallar a la prensa libre. Por ello se requiere que todos estemos advertidos de lo que sucede y de las ocultas intenciones que puede haber detrás de los hechos. La única dictadura que podemos aceptar es la de las leyes.
El país transita una democracia, pero no debemos conformarnos con cualquier democracia, requerimos que sea una democracia republicana en el más estricto sentido del concepto, que se ciña a los valores republicanos establecidos por nuestra sabia Ley Suprema.